Los comentaristas deportivos suelen alabar las grandes hazañas de los deportistas muy reconocidos, y más o menos ningunean la de quienes no tienen tanto reconocimiento. Si Nadal hace una genialidad con la raqueta, pues es fruto de su genialidad. Si la hace un desconocido, probablemente nos dirán que fue una suerte, que le salió de chorra… En fin. Parece ser que nuestro cerebro se comporta así: le cuesta integrar lo sorprendente, lo que contradice nuestra forma de juzgar a una persona. En el Blog de Cristianismo y Justicia, Josep F. Maria, de ESADE, publica una nota titulada DISONANCIA COGNITIVA.